Sermón en el Monte de Salvington
Bienaventurados son los pobres en espíritu; porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados son los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados son los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
Bienaventurados son aquellos que tienen hambre y sed de rectitud: porque ellos serán saciados.
Bienaventurados son los misericordiosos, porque ellos obtendrán misericordia.
Bienaventurados son los puros de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados son los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que son perseguidos por causa de su rectitud, porque de ellos es el reino del cielo.
Bienaventurados seréis cuando os vituperen y os persigan y digan toda clase de mal contra vosotros falsamente, por causa mía.
Regocijaos y alegraos en exceso; porque vuestro galardón es grande en el cielo; porque así persiguieron a los profetas que vinieron antes que vosotros.
Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal ha perdido su sabor, ¿con qué será salada? Desde entonces no sirve para nada, sino para ser arrojada y pisoteada por los hombres.
Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad que se encuentra en una colina no se puede esconder. Ni los hombres que encienden una vela, y la ponen debajo de un almud, sino sobre un candelero y alumbra a todos los que están en la casa. Dejad que vuestra luz brille así delante de los hombres, para que puedan ver vuestras buenas obras y glorificar a vuestro Padre que está en los cielos.
No penséis que Yo he venido para abrogar la ley o a los profetas: Yo no he venido para abolir, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni un punto y coma, pasarán de la ley, hasta que todo se haya cumplido.
Por lo tanto, cualquiera que quebrantare uno de estos mandamientos, y lo enseñe a los hombres, él será llamado el menor en el reino de los cielos; pero cualquiera que los hiciere y enseñare, será llamado grande en el reino de los cielos. Porque Yo os digo, Que a menos que vuestra rectitud exceda a la rectitud de los escribas y Fariseos, no entraréis al reino de los cielos.
Habéis oído que fue dicho por los antiguos: No matarás; y el que mate, será reo de juicio; más Yo os digo que todo el que se llene de ira contra su hermano será reo de juicio; y cualquiera que llame a su hermano “Raca” (proviene del griego, una transliteración del arameo, rêqâ que significa, necio,vano, insensato), estará en peligro, ante el concilio; pero cualquiera que dijere: Tonto, estará en peligro del fuego del infierno.
Por tanto, si vosotros traeis vuestra ofrenda al altar, y allí os acordáis de que vuestro hermano tiene algo en contra de vosotros; dejad allí vuestra ofrenda delante del altar, y volved; primero a reconciliaros con vuestro hermano, y luego venid y ofreced vuestro regalo.
Poneos de acuerdo con vuestro adversario rápidamente, mientras estáis en el camino con él; no sea que en cualquier momento el adversario os entregue al juez, y el juez os entregue al alguacil, y seáis echados a la cárcel. De cierto Yo os digo a vosotros, no saldréis de allí, hasta que hayáis restituido el último centavo.
Vosotros oísteis que fue dicho por los antiguos: No cometeréis adulterio; pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya ha cometido adulterio con ella, en su corazón.
Y si vuestro ojo derecho os escandaliza, arrancadlo, y echadlo; porque más vale que se pierda uno de vuestros miembros, y no que todo vuestro cuerpo sea arrojado al infierno.
Y si vuestra mano derecha os ofende, cortadla, y echadla de vosotros; porque más vale que se pierda uno de vuestros miembros, y no que todo vuestro cuerpo sea arrojado al infierno.
Se ha dicho: "Cualquiera que repudie a su mujer, que le diere una escritura de divorcio; pero yo os digo, que cualquiera que repudie a su mujer, salvo por causa de fornicación, la expone a cometer adulterio; y cualquiera que se casara con ella, que está divorciada, comete adulterio.
También, vosotros habéis oído que fue dicho por los antiguos, No renunciaréis a vosotros mismos, sino que cumpliréis con vuestros juramentos al Señor; pero Yo os digo: no Juréis en absoluto; ni por el cielo; porque es el trono de Dios, ni por la tierra; porque es el estrado de vuestros pies: ni por Jerusalén; porque es la ciudad del Gran Rey. Tampoco juraréis por vuestra cabeza, porque no podéis hacer que un cabello sea blanco o negro. Pero dejad que vuestra comunicación sea, sí, sí; o no, no; porque todo lo que exceda de esto viene del mal.
Vosotros habéis oído que ha sido dicho: ojo por ojo, y diente por diente: mas Yo os digo que no resistáis al mal; por el contrario, cualquiera que os hiriere en vuestra mejilla derecha, presentadle también la otra. Y si alguno os demandare por la ley, y tomare vuestra túnica, dejadle también vuestro manto. Y a cualquiera que os fuerce a recorrer una milla, id con él dos. Dadle al que os pida, y del que toma prestado de vosotros, no le deis la espalda.
Vosotros oísteis que fue dicho: Amad a vuestro prójimo y aborreced a vuestro enemigo; pero Yo os digo:
Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced el bien a los que os odian, y rezad por los que os maltratan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos; porque él hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos.
Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tendréis vosotros? ¿no hacen incluso lo mismo los publicanos? Y si vosotros saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis vosotros más que los demás? ¿no hacen así incluso los publicanos?
Sed pues vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.
TENED en cuenta de no dar vuestra limosna delante de los hombres, para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en el cielo.
Por lo tanto, cuando hagáis vuestra limosna, no hagáis sonar la trompeta delante de vosotros, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres. De cierto Yo os digo, ellos tienen su recompensa. Pero cuando deis limosna, no sepa vuestra mano izquierda lo que hace vuestra derecha, que vuestra limosna sea en secreto; y vuestro Padre que ve en lo secreto, os recompensará en público.
Y cuando vosotros oréis, no seáis como los hipócritas; porque les encanta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para que puedan ser vistos por los hombres. Verdaderamente Yo os digo, ellos tienen su recompensa. Pero vosotros, cuando oráis, entrad en vuestro aposento, y cuando hayáis cerrado vuestra puerta, orad a vuestro Padre quien está en secreto; y vuestro Padre que ve en lo secreto os recompensará abiertamente.
Pero cuando vosotros oréis, no uséis repeticiones vanas, como hacen los paganos, porque creen que se les escuchará por mucho que hablen. No seáis, pues, como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis, antes de que se lo pidas.
Después de esto, por lo tanto, orad vosotros:
Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra, como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día. Y perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores.
Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal:
Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, para siempre. Amén.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre celestial también os perdonará; pero si no perdonáis a los hombres por sus delitos, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras transgresiones.
Además, cuando ayunéis, no seáis, como los hipócritas, de semblante triste, porque desfiguran sus rostros, para que aparezca ante los hombres que ayunáis. De cierto os digo, ellos tienen su recompensa. Pero vosotros, cuando ayunéis, ungid vuestra cabeza y lavad vuestro rostro; que no os parezcáis a los hombres para ayunar, sino a vuestro Padre que está en secreto; y vuestro Padre, que ve en lo secreto, os recompensará en público.
No os hagáis de tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido corrompen, y donde los ladrones minan y hurtan, sino almacenad tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido corrompen, y donde los ladrones no minan ni hurtan. . Porque donde está tu tesoro, allí estará tu corazón también.
La luz del cuerpo es el ojo: si, por lo tanto, vuestro ojo es uno solo, todo vuestro cuerpo estará lleno de luz. Pero si vuestro ojo es malo, todo vuestro cuerpo estará lleno de oscuridad. Si, por lo tanto, la luz que está en vosotros es tinieblas, ¡cuán grande es esa oscuridad!
Ningún hombre puede servir a dos amos: porque o aborrecerá a uno y amará al otro; de lo contrario, se aferrará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a Mamón.
Por eso os digo, no penséis en vuestra vida, en lo que comeréis, qué comeréis o qué beberéis; ni aun para vuestro cuerpo, con que os vestiréis. ¿No es la vida más que la carne y el cuerpo, más que la vestimenta? He aquí las aves del cielo; no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No sois mucho mejores que ellos?
¿Quién de ustedes al pensar puede agregar un cubo a su estatura? ¿Y por qué habéis pensado en ropas? Considerad como crecen los lirios del campo; ellos no trabajan, tampoco ellos hacen girar; y sin embargo, Yo os digo, que incluso Salomón en toda su gloria no fue vestido como uno de estos. Por tanto, si Dios viste así a la hierba del campo, que es hoy, y mañana es echada al horno, ¿Él no os vestirá con mucho más a vosotros, hombres de poca fe?
Por lo tanto, no andéis preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer? ¿Qué vamos a beber? o, ¿Con que nos vamos a vestir? (Porque por todas estas cosas se afanan los gentiles). Bien sabe vuestro Padre Celestial que de todo eso estáis necesitados.
Más buscad primeramente el reino de Dios y su justicia; y todas estas cosas se os dará por añadidura. Por lo tanto, no penséis en el mañana: porque el mañana trae su propia preocupación. A cada día le basta su contrariedad.
No JUZGUÉIS, y no seréis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis, se os juzgará; y con la medida con que midáis, se os volverá a medir.
¿Y por qué os fijáis en la paja que está en el ojo de vuestro hermano, pero no consideráis la viga que está en el vuestro? ¿O cómo le diréis a vuestro hermano: Déjame sacar la mota de tu ojo? y he aquí una viga en tu propio ojo? Hipócrita, primero echad fuera la viga de vuestro propio ojo; y entonces veréis claramente para arrojar la mota fuera del ojo de vuestro hermano.
No deis aquello que es santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que os pisoteen bajo sus patas y vuelvan y os despedacen.
Pregunta, y se te dará; Busca y encontrarás; llama, y se te abrirá; porque cualquiera que lo pide, recibe; y el que busca halla; y al que llama se le abrirá.
Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y todo el que busca, encuentra; y al que llama se le abrirá.
O ¿quién hay entre vosotros, al que si su hijo pide un pan le da una piedra? ¿O si le pide un pez le da una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los Cielos dará cosas buenas a quienes le pidan?
Por lo tanto, todo lo que queráis que hagan los hombres con vosotros, hacedlo también vosotros con ellos: Esta es la Ley y los Profetas.
Entrad por la puerta angosta, porque amplia es la puerta y ancho el camino que conduce a la perdición, y son muchos los que entran por ella. ¡Qué angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la Vida, y qué pocos son los que la encuentran!
Guardaos bien de los falsos profetas, que vienen a vosotros disfrazados de oveja, pero por dentro son lobos voraces. Por sus frutos los conoceréis: ¿acaso se cosechan uvas de los espinos o higos de las zarzas? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, y todo árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da fruto bueno es cortado y arrojado al fuego. Por tanto, por sus frutos los conoceréis.
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los Cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿pues no hemos profetizado en tu nombre, y arrojado los demonios en tu nombre, y hecho prodigios en tu nombre? Entonces yo les diré públicamente: Jamás os he conocido: apartaos de mí, los que habéis obrado con iniquidad.
Por tanto, todo el que oye estas palabras mías y las pone en práctica, es como un hombre sabio que edificó su casa sobre roca: y luego cayó la lluvia, llegaron las riadas, soplaron los vientos e irrumpieron contra aquella casa, pero no se cayó porque estaba cimentada sobre roca.
Pero todo el que oye estas palabras mías y no las pone en práctica es como un hombre necio que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, llegaron las riadas, soplaron los vientos e irrumpieron contra aquella casa, y cayó y fue tremenda su caída.
Adonai
Michael Of Nebadon